¡Feliz Navidad amigos! Estoy liadísima entre pucheros, copazos y preparativos en la cocina, pero como es mi primera Navidad con vosotros (y antes de que empiece a venir gente a casa) os tengo que contar un secreto:
Hace mucho, mucho tiempo, unos pastores de Judea se juntaron para echar unas risas y tal, que si Jacob el Cachondo me ha dado un trozo de ternera, que si Isaac el Dadivoso me ha regalado unas verduritas, que si Zacarías el Canijo me ha enseñado a hacer una cosa con el tocino de cerdo que te mueres de risa… y de esa manera un 25 de diciembre y completamente por azar, se cocinó el primer puchero de la historia de la humanidad. Vamos, que el aroma se levantó por encima de las montañas de oriente medio, cruzó todo el mar, dobló a la derecha pasado Malta, hizo saltar las lágrimas a un banco de sardinas del mar Tirreno, llegó a Roma y excitó tanto a los legionarios que se fueron a invadirlos así, por las bravas.
- Oye Lucius, ¿tú sabes porqué nos hemos alistado para esta campaña?
- No, pero me está entrando un hambre que me zampaba el caballo de Calígula.
Y no veas la que liaron. Luego, como vieron que era un plato que requería de mucho tiempo y se tenían que pedir el día libre en el trabajo, se inventaron una fiesta para conmemorar ese primer puchero y poder repetir todos los años. De todos los nombres que se propusieron para la nueva celebración quedaron dos finalistas: “Regocijante día de la cosa esa que metes en una olla y hace chup, chup” y “Navidad”. Tras una apretada votación y dos sangrientas revueltas ganó Navidad. Una fiesta muy popular con el tiempo.
Que a ver, igual no sucedió así, pero es que el puchero de estas Navidades me está saliendo tan rico, tan definitivamente glorioso, que creo que estoy en plena alucinación por sobredosis de caldo y en pleno viaje de embutidos, carne, pelota y patatas y se me ha ocurrido esta chorrada.
Y ahora al lío. Para hacer un puchero como el que excitó a las legiones romanas hacen falta los siguientes ingredientes:
- Garreta de ternera
- Espinazo de ternera
- Costillas de ternera
- Huesos de tuétano de ternera (caña)
- Codillo de cerdo
- Huesos de Jamón (¡que tengan un poco de sustancia, por Dios!)
- Pollo entero
- Embutido (bisbe o morcilla blanca)
- Pelotas de cocido
- Garbanzos
- Zanahoria
- Pencas
- Col
- Patata
- Nabo
- Boniato
- Chirivía
- El teléfono de un médico de guardia. O de un exorcista. O de ambos.
Y vosotros os preguntaréis ¿por qué no nos dices las cantidades que hemos de poner, oh Tastaolletes? (Por cierto me encanta que digáis oh, Tastaolletes. Me hace sentir tan especial… que ya sé que no lo dice nadie, pero me gusta imaginarlo y hasta me subo al sofá rollo Cleopatra dirigiendo a sus ejércitos con el cucharón de madera). El caso es que no digo las cantidades porque en realidad da igual: al ser un plato en el que se vence por acumulación y en el que no hay procesos delicados, depende de los comensales. Yo siempre hago de sobra. De hecho con lo que sobra de un puchero se podría sobrevivir a los primeros meses de un apocalipsis zombie: croquetas, arroces secos, caldo, “ropa vieja”…
En cuanto a los pasos:
Las pencas se hierven a parte para evitar que amarguen el puchero (algunas amargan) y a partir de ahí basta con meter en una olla de buen tamaño todos los ingredientes, con cuidado de que lo más duro quede abajo y lo más delicado arriba. Es decir, huesos abajo, carne en medio y verduras, tocino y embutido, arriba.
Y ya. Dejar hervir varias horas. Por ejemplo, para un puchero de estas dimensiones, yo empezaría a hervirlo a las diez de la mañana para dejar que se vaya haciendo sin prisas. A su amor (que es una expresión que siempre me ha hecho mucha gracia).
Cuando el caldo está hecho y los ingredientes se han cocido, se sacan y se colocan en bandejas. Y con el caldo se puede preparar un suculento primer plato de arroz o fideos (yo soy de arroz, la gente de bien es de arroz).
Y a partir de ahí, llega el momento de darse un soberano homenaje. Después del arroz llega el momento de acercarse al buffet de la vida y coger todo lo mejor: que si un poco de pelota, que si una patata mezclada con su tocinito, que si ese pedazo de ternera meloso, meloso, que si el jamón…. ¡Aggg, que hambre!
Bonus track:
Como he dicho, con lo que sobra del puchero se pueden hacer muchas cosas. Mi propuesta de hoy es un arroz al horno. Para eso tan fácil como desmigar todos los restos de carne y trocear la verdura en pedacitos muy pequeños. Sofreís esa mezcla y a partir de ahí es como un arroz al horno normal, solo que en vez de agua se utiliza el propio caldo del puchero en proporción 2X1 respecto del arroz. Por ejemplo, para cuatro personas, podemos poner 4 puñados de arroz y 8 medidas de caldo.
Bonus track del bonus track:
Una vez tuve un novio francés muy cursi que cuando terminamos la relación me dijo “Oh, queggida Tastaolletés, ¿qué haggemos con los ggestos de este amogg?”. Y entonces me acordé del puchero y tranquilamente le contesté: ¡arroz! El pobre aún debe estar flipando, pero yo cada vez que preparo este plato me río un montón.
¡Que os guste mucho amigos de Xàbia Port y feliz Navidad!