¡Hola amigos!
En el barrio de Duanes, en Xàbia Port, cada piedra y cada calle cuentan una historia. Y una de las más interesantes es la de la Casa del Cable, en el paseo de Marina Española y abierta al mar. Ahora es una sala de exposiciones moderna y diáfana, pero no siempre fue así.
De hecho esta casa fue la puerta de entrada de las comunicaciones a la península, ya que a partir de mediados del siglo XIX albergaba el telégrafo que unía la costa con las islas Baleares. Si, amigos, antes de que la comunicación se llenara de caritas con corazones, aplausos y cacas con ojos (esto me ha insistido Paula en que lo ponga) los mensajes se transmitían con un cable submarino larguíííísimo (más de 100km) que transcurría debajo de la panza de los atunes y los delfines y unía Xàbia con Ibiza. ¿Que no ibas a llegar a comer a casa? Pues tic, tic, tic, tic, tic, aviso telegráfico y arreglado. ¿Que la guerra de Marruecos se iba de madre? Pues lo mismo, tic, tic, tic y arreglado. Claro, lo malo era si se cruzaban los mensajes y acababas diciendo que no llegarías a la batalla del Rif a comerte el arroz con pimientos y caballa y que un beso, mi alférez. Un follón.
Pero por lo demás, la vieja Casa del Cable de Xàbia sigue siendo un lugar lleno de magia y romanticismo. En ella, sobre los viejos pilares de tosca que aún se conservan, vivían los operarios del telégrafo en una oficina espartana con camastros y una estufa de hierro que aún se conserva. Además, dentro de la Casa del Cable desde el último cuarto del xiglo XIX y hasta principios de XX había habilitado un oratorio (que no de Händel) o capillita que daba servicio religioso al barrio marinero.
Si vais, además de disfrutar de un paseo y un paisaje únicos, todavía podéis ver algunas de las paredes de tosca originales, así como los pilares que soportaban el porche (naia) original. Dentro se conserva la máquina de telégrafo, arcones, muebles y una explicación muy amena de su historia. Además podéis ver algunas de las mejores exposiciones de arte de las que se programan en Xàbia.
Y luego, como siempre, cervecita y a comer, que quien se aburre en este barrio es porque no tiene criterio.
¡Besos!