Hola amigos. Ya sabéis que de vez en cuando me gusta compartir recetas con vosotros. Esta vez tengo que confesar que la que os voy a contar la acabo de descubrir aquí, en Xàbia. No llevo mucho tiempo en Duanes, pero notaba que había algo que… no sé como contarlo… algo que cuando mis nuevos vecinos se referían a ello ponían los ojos en blanco y sonreían felices, que levitaban cual Mary Poppins, algo que… dejémonos de rodeos: cocas, se referían a las cocas de Xàbia, que son lo más grande que se ha inventado por aquí desde la rueda, la vela latina e irse de cañas.
La receta me la contaron en Frutas Hurtado mientras miraba los tomates y las berenjenas; estaba dudando sobre qué hacer con ellos cuando alguien me sugirió “cocas, Tastaolletes, haz cocas”. Estaba a punto de preguntar si las cocas eran como mini pizzas, pero algo en la mirada de Francisqueta – así se llamaba la anciana bajita, simpática y con gafas amarillas a lo Elton John – me hizo desistir del sacrilegio. Ella misma me acompañó canturreando al Forn de Pa Peiró, justo al lado, y me ayudó a comprar la harina y la levadura. De pronto me vi con dos bolsas en la mano, una libreta para tomar apuntes y 25 invitados que la buena señora me había conseguido. Nada, unos amigos, sentenció, antes de volver a cogerme de braceo y llevarme a la Carnicería Marqués Soler a conseguir las morcillas negras y rojas de rigor.
Lo que pasó a continuación fue gloria bendita:
Para hacer unas 35 cocas hacen falta:
Mogollón de amigos de Francisqueta
1 kilo de harina
50 gramos de levadura
3 pimientos rojos grandes
3 berenjenas grandes
3 cebollas grandes
1 taco de bonito en aceite
4 o 5 dientes de ajo
agua
aceite
sal
¡¡Pero 35 son muchas!! Noooo, keep calm and sigue leyendo. La coca es un bocado ligero (si os mantenéis alejados de los bestias que las ahogan en aceite) y además, si sobran, congelan muy bien.
El primer paso es hacer la verdura. Metéis la berenjena y el pimiento en el horno a 220 hasta que esté completamente hecho. Después se pela, se trocea y se pone en un escurridor (es importante hacerlo, porque si no suelta todo el agua acaba mojando la pasta y no queremos que eso pase). ¿Troceada? Ok, entonces se pelan y cortan los ajos y se echan por encima.
La cebolla se pela y se sofríe hasta que poche y se reserva.
En un bol (o palangana de plástico o mejor todavía en un «llibrell» – el cacharro tan molón de la foto de abajo) se echa la harina y la levadura desmigada. Para esto necesitáis ayuda porque mientras amasáis es bueno que alguien vaya echando el agua (caliente) a la mezcla. Aquí no hay truco. Es a lo que admita la pasta. Pero para un kilo con tres o cuatro vasos ya va bien la cosa. Y paciencia. Y muchos puñetazos a la pasta. Como si fuera uno de esos que tú ya sabes que salen por la tele. Vale, vale, no tan fuerte que vais a romper la mesa.
Ah, mientras amasáis, el horno tiene que estar cogiendo temperatura. Mola hacerlo en horno de leña. Pero en horno doméstico también sale muy bien. Como el horno de casa es fácil, explico el de leña. Se llena de ramucha de piño y se pone a arder hasta que las paredes de ladrillo se ponen blancas. Entonces, y cuando estemos casi listos para poner las cocas, se apartan las brasas para dejar sitio a las bandejas y que no siga quemando. Con temperatura que haya alcanzado será más que suficiente. En el horno de casa, a toda mecha, con ventilador y a lo locoooooooo.
Bien. Cuando la masa ha cogido cuerpo (para quitaros la que se pegue a las manos, echad un poco más de harina cruda) vertemos el aceite, empapamos la masa y la seguimos amasando/golpeando/dando candela hasta que se ponga blanca del todo. La hacemos en bolitas…
Y ponemos a dormir las bolitas debajo de toallas o trapos para que se hinchen. Bastará con veinte minutos. Hecho esto, cogemos bandejas de horno, les ponemos un poco (¡¡¡un poco he dicho!!!) de aceite en la base y ponemos las bolitas. Cada una de ella, con los dedos, le damos la forma de la coca. Calma, paciencia, no hay prisa, a las cocas feas también las quiere dios, etc, etc, etc. Han de quedar más o menos así…
Y con la base hecha, se pone la mezcla encima. Unas de pimiento y berenjena y otras de cebolla. Las de pimiento y berenjena admiten un chorrito más de aceite sobre la mezcla. Cuando las tengáis montadas…al horno.
Y en menos que te tomas tres vasos de vino…fuera del horno.
¿Qué más os puedo decir? Ah, sí, que una vez fuera les podéis poner un trocito de bonito en aceite o de anchoa salada para decorarlas y darles un puntito de contraste que queda estupendo.
Ya solo queda repartir las cocas, dar las gracias a los colegas por los servicios prestados y sentar a todo el mundo a la mesa. O si no da igual, que esta comida es de poca etiqueta y de pie, con una servilleta y algo fresquito en la otra mano se está de muerte.
¡Que os guste mucho!
PD: si os sobra masa…pues os marcáis un pan. Con un poco de aceite del bueno, bueno, y un tomatito de los de verdad… ya os pueden tocar a la puerta que no vais a estar para nadie.
Besos.